sábado, 23 de enero de 2016

La importancia de mantener al niño hidratado

Es de mucha importancia mantener hidratado a los niños ya que las necesidades de agua en los niños son mayores que las de los adultos. Los pequeños tienen más riesgo de sufrir deshidratación, un trastorno que puede tener graves consecuencias. Especialmente en la época de verano, cuando a causa de las altas temperaturas pierden mayor cantidad de líquido a través del sudor.

La importancia de mantener al niño hidratado es vital para evitar un shock por deshidratación que podría causar secuelas en el bebé y el niño.

¿Cuánta agua debemos darles?

En los niños menores de dos años, la proporción de agua es entre el 70 y el 80 por ciento de su peso corporal, mientras que en los adultos es entre el 50 y el 60 por ciento. Por eso, los niños necesitan beber más agua que los adultos. 

Por tanto, para mantener una hidratación adecuada debemos ofrecerles agua con frecuencia, aproximadamente cada dos horas, incluso antes de que sientan sed.

La cantidad de agua diaria que debe beber un niño es de entre 50-60 ml por cada kilo de peso, es decir medio litro de agua para un bebé de 10 kilos, por ejemplo.

Por la rapidez con la que pierden agua los niños, la ración es proporcionalmente más elevada que la recomendada para adultos, a quienes se les aconseja beber 35 ml por kilo de peso, entre 8 y 10 vasos diarios.

Hay que tener en cuenta que el agua también es proporcionada a través de los alimentos, especialmente frutas y verduras.


Los bebés que están lactando no necesitan beber agua?

Si el bebé toma leche materna en exclusiva, hasta los seis meses no debe tomar agua, ni tampoco zumos ni otras bebidas. Sólo leche materna.

Casi el 90 por ciento de la leche materna está compuesta por agua y contiene los nutrientes y minerales necesarios para satisfacer los requerimientos alimenticios del bebé y mantenerlo correctamente hidratado.

En épocas de calor, la madre debe ofrecerle su pecho con mayor frecuencia, ya que el bebé eliminará líquidos a través del sudor.


Evitar la deshidratación.

La deshidratación se produce cuando el cuerpo pierde líquido de forma excesiva. Por tanto, debemos saber reconocerla y estar atentos a ciertos síntomas que podrían indicarnos que el niño está deshidratado. Como por ejemplo: las fontanelas del recién nacido se ven hundidas, la piel reseca y pálida (ligeramente grisácea), el niño orina menos de lo habitual y de color oscuro, escasa saliva, deposiciones secas y duras, falta de ánimo, somnolencia, etc.

No sólo el calor puede llevar a la deshidratación, también hay que estar atentos en el caso de que el niño tenga diarrea, lo más frecuente por una infección gastrointestinal. Debemos evitarla en la medida de lo posible con correctas medidas de higiene y si no ha sido posible evitarla, asegurarse de mantener al bebé hidratado mediante agua o sueros.

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